Preparativos de guerra (III)

Tras despachar a Izzan a la búsqueda de sus hombres, Bungar había enviado de igual forma a Thanos a localizar a alguno de los guardias de la ciudad, a sabiendas de que serían varios los que rondarían los alrededores. No los quería allí pero, como informó a Mei y Tokei, pensaba que sería una buena idea que estos acompañaran a La Abuela y a los niños a un lugar más seguro hasta que todo se hubiese resuelto. Dicho esto maestro y aprendiz fueron a informar a la anciana y a ayudarla a organizar todo lo necesario para que tanto ella como los pequeños estuviesen dispuestos cuando llegase el momento de partir.
No había muchos preparativos que hacer, así que cuando un par de guardias golpearon la puerta entreabierta todos estaban reunidos en el salón. Fue La Abuela la que se acercó a recibirlos.
—Un momento, ya estamos todos preparados —anunció antes de que ninguno de ellos pudiese decir nada; y llamó a los demás— ¡Vamos, los soldados nos esperan!
Instantes después Mei salía acompañando a los niños que, sobre todo los más pequeños, se veían visiblemente adormilados dada la hora tardía. De cerca los seguía Tokei, portando un par de macutos de tela raída, donde habían reunido casi toda la ropa y utensilios que podían serles de utilidad. Se los entregó a los dos primeros guardias y se apartó a apoyarse junto al quicio de la entrada, mientras los demás se despedían.
—Mei, ¿estás segura de que no quieres venir con nosotros? —preguntaba La Abuela—. Quedarse aquí puede ser peligroso...
—Ya lo sé Abuela, pero me gustaría poder ayudar. Además, si encuentran a alguno de esos rufianes soy la única que los ha visto antes y puede identificarlos.
—Está bien —cedió—, pero ten mucho cuidado.
—No te preocupes, estaré bien. Cuida de los pequeños y procura que no se porten mal. Sobre todo el granuja de Evven, no sería buena idea que estando en el cuartel de la guardia lo pillasen robando —sonrió.
La Abuela la hizo agacharse un poco para darle un beso en la mejilla y, tras agrupar a los niños todos se marcharon junto a la guardia.
Cuando se hubieron alejado tanto como para salir del círculo de luz de la plaza y perderse en la oscuridad de la noche Tokei se acercó.
—Sé que quieres ayudar, pero quizá no ha sido buena idea que te quedes aquí.
Mei lo miró con desdén.
—¿Por qué? ¿Piensas que vas a tener que preocuparte demasiado por mi seguridad? —bromeó intentando quitarle hierro al asunto, aunque sabía que Tokei no lo había dicho con esa intención.
—Bueno, la verdad es que de preocuparme por algo lo haría más por cubrirme las espaldas y evitar que me des a mí por error con uno de esos cuchillos...
Mei se lo quedó mirando con los ojos entrecerrados.
—En fin —dijo Tokei dando por terminada la burla—. Será mejor que nos acerquemos a la hoguera, Bungar ya ha empezado sin nosotros.

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