El imperio Noomi

Los años comenzaron a pasar, casi todo el conocimiento se había perdido, los escritos no eran más que ceniza. Y los que aún conocían no podían enseñar ni perseverar su sabiduría, había algo más importante: sobrevivir; fue como volver a empezar.

Se reconstrulleron las pequeñas aldeas, se volvieron a arar los campos. Primero se exploró en busca de más supervivientes, luego se establecieron relaciones y, finalmente, surgieron las uniones entre los nuevos pueblos.

El otras circunstancias la ambición humana por la posesión y el dominio habrían provocado luchas e incluso guerras por el poder; pero ahora no. Muchas y sin sentido habían sido las muertes, nadie quería más. Cada unión de pueblos significaba hermandad, y cada exploración del terreno significaba búsqueda de nuevos hermanos.

Incluso los konomi supervivientes, muchos más de los que en un principio se podría creer, eran aceptados. Habían pasado de ser considerados seres superiores a ser odiados, a ser vistos como la más baja escoria; pero nadie quería más muertes. Por su parte, los konomi, conscientes de todo lo ocurrido y de su culpabilidad, aceptaron sumisamente el rol que se les daba en la nueva sociedad que se estaba gestando.


Año cero de una nueva era

No se sabe exactamente cuánto tiempo había transcurrido desde el Nuevo Amanecer; de hecho nadie era consciente del tiempo en el que Runnia había estado sumido en la oscuridad. Toda referencia cronológica se había perdido, había llegado el momento de comenzar una nueva era. Y como toda nueva era comenzaría con un gran acontecimiento.

Poco a poco, cuando los primeros pueblos se fueron uniendo tras el Nuevo Amanecer, se había ido formando un Consejo con los más ancianos. Su objetivo inicial no era más que procurar la distribución de la comida y organizar búsquedas para encontrar a más supervivientes. Pero con el transcurso del tiempo había pasado a ser el principal órgano de gobierno. Tenían el poder para manejar a la nueva sociedad que se formaba, y querían hacerlo bien.

Se dictaron nuevas leyes, se dispuso el entrenamiento de nuevas milicias, se planeó la construcción de los edificios públicos necesarios, de las rutas de comercio, se forjaron los nuevos estamentos y, por último, se eligió a un nuevo emperador. El año cero de una nueva era; el imperio Noomi había surgido.


El nuevo imperio

Al principio hubo un poco de escepticismo en la población a causa del nombramiento tan inesperado y repentino de un nuevo emperador. Temían que concentrar todo el poder en un solo hombre pudiese echar por tierra los pilares de una nueva sociedad que apenas había comenzado a construirse. Al fin y al cabo el nuevo emperador no era más que un joven muchacho desconocido por todos.

Pero la desconfianza pronto pasó. En sólo un par de meses los ciudadanos del nuevo imperio adoraban a su emperador, tal era su bondadoso carácter. En unos años el imperio se expandió ocupando casi el doble del territorio inicial. Se crearon rutas de comercio, se formó la guardia para velar por la seguridad, se construyeron importantes edificios para la educación, el servicio y el entretenimiento del pueblo. En definitiva, los ciudadanos del imperio empezaron a mirar al futuro con esperanza.

Y así transcurrieron los años. Viendo cómo el imperio crecía a la par que su esplendor. El título de emperador pasó de padre a hijo en varias ocasiones. Algunos gobernaron mejor, otros peor; pero siempre con el respaldo del Consejo, que a pesar del nombramiento del emperador siguió vigente y renovándose año tras año, convirtiéndose en la institución más importante de todo el imperio.


¿Y los konomi?

Los konomi seguían formando parte del imperio. Pero no con la magnificencia de antes, habían pasado a ser los parias. Vivían en las zonas más pobres de ciudades, pueblos y aldeas; pocos eran los que querían relacionarse con ellos y, cuando raramente lo hacían, no era precisamente en beneficio de estos.

Seguían quedando rastros de su antigua influencia, sobre todo culturalmente, pero poco a poco se iban diluyendo en el tiempo. Su número además decrecía poco a poco, debido al rechazo del resto de humanos. Era el ocaso de los konomi y ellos mismos lo sabían; pero, al fin y al cabo, no se le pueden poner trabas al destino.


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