Yamiko y Mei

Ser konomi no significaba precisamente tener facilidades en la vida, sino todo lo contrario. Había pasado el tiempo y las generaciones se habían sucedido, pero los konomi seguían siendo mal vistos, mal tratados y mal considerados. Vivían en las zonas más pobres de pueblos y ciudades, pasaban hambre los primeros cuando la cosecha empeoraba y sed antes que los demás cuando escaseaban las lluvias, padecían en mayor medida epidemias y penurias, eran los parias de la sociedad.
Al principio algunos intentaron resistirse, hacer resurgir el respeto que antaño les tenían; pero resultaba imposible, estaban marcados para siempre. Poco a poco se fueron amoldando, reconociendo como suyo lo que antes nunca hubiesen aceptado. Ya no estaban en su añorada Tierra del Sol, ya no hacían las normas, el peso de su error caía sobre ellos. El Destino les había marcado ese nuevo camino.
No abundaban las relaciones de respeto entre los konomi y los altos miembros de la sociedad del imperio, ni siquiera acostumbrados a tratar en condiciones de igualdad a los más pobres campesinos; y mucho menos común era la amistad. Pero, al igual que en toda regla existe una excepción, en esta había dos: Yamiko y su hija, Mei.
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Reigba, un pequeño pueblo cercano a la ciudad de Gull, era el lugar de retiro de uno de los mejores armeros del imperio, amigo íntimo del actual Emperador y responsable de la gran calidad de las armas y armaduras de la guardia imperial. Ya entrado en años, Drent Hollgan disfrutaba con placidez de sus últimos años de vida acompañado de su hijo mayor y futuro heredero de sus riquezas, Jilon, y de sus dos pequeñas gemelas: Kiria y Less.
Cada día, al acercarse la caída de la tarde, Mei observaba al anciano mientras regresaba de un tranquilo paseo por las calles del pueblo. Pero no lo hacía temerosa desde detrás de alguna esquina o escondida en un oscuro callejón, como sería común entre los de su etnia, no. Mei, que aún no había cumplido los diez años, no era como los otros niños konomi, no tenía miedo de las otras personas, ni siquiera del importante señor Drent. Cada día, junto a sus compañeras de juego, Kiria y Less, se acercaba a saludar al anciano y a la persona que lo acompañaba en esos paseos: su madre.
Yamiko, a pesar de ser una konomi, estaba al mando de la guardia personal del señor Drent. Era la principal encargada de su seguridad y quien lo acompañaba en sus paseos. ¿Cómo había llegado su madre a ser alguien tan importante? Mei sólo sabía que muchos años atrás, incluso antes de que ella naciese, Yamiko había salvado al señor Drent de unos asesinos que intentaban matarlo. A veces le preguntaba, pero su madre siempre le contestaba lo mismo: «El Destino nos ha elegido para que seamos felices, eso es suficiente». Y era feliz.

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