Traición (IV)

Era la víspera de su cumpleaños, y se había levantado más tarde de lo habitual. El sueño que la noche anterior le había costado conciliar no la abandonó hasta que Kiria y Less aporrearon la puerta de la habitación mientras gritaban llamándola. Traían una buena noticia, una gran noticia. Como aquel iba a ser su décimo cumpleaños el padre de ellas había dado orden la noche anterior de que las niñas no tuviesen clases durante un par de días; y, lo mejor de todo, ¡se estaba preparando una celebración!
Durante todo el día las niñas estuvieron jugando y molestando a Jilon, aunque en esa ocasión parecía más alegre de lo habitual y no se enfadaba como de costumbre por sus correteos. Pero eso les daba igual, tanto Mei como sus compañeras de juego estaban muy contentas. Mei porque jamás había tenido una fiesta de cumpleaños, y mucho menos como aquella; Kiria y Less, por su parte, estaban encantadas con el anuncio del festejo.
Ya al atardecer Kiria y Less fueron a los aposentos de su padre a buscarlo para la cena. Al parecer, por la mañana temprano había ordenado que nadie lo molestara hasta la noche. Como era costumbre, las tres compañeras de juego fueron juntas. Distraídas, y quizás a causa del júbilo que tenían, ni siquiera llamaron a la puerta, sino que la abrieron de par en par sin más miramientos. La alegría se truncó en seco. Por un momento las tres se quedaron congeladas. Mei sintió miedo, mucho miedo, más que nunca en toda su vida. Primero el miedo, luego los gritos. No pudo soportarlo y salió corriendo despavorida.
En su sillón, con los brazos caídos a ambos lados y rodeado por un charco de sangre, yacía Drent. Un enorme tajo vertical le recorría el pecho, provocado con seguridad por la misma espada que le atravesaba el cuello. De la mano derecha aún pendía una cadena con una insignia...

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