Una extraña conocida

Se despertó empapada en sudor, como tantas otras veces; había vuelto a tener esa pesadilla. Aquellas criaturas aparecían de nuevo de la nada y la perseguían sin descanso mientras ella intentaba huir con desesperación pero sin ningún éxito. Nunca conseguía escapar, aunque tampoco nunca llegaban a atraparla; siempre despertaba en el momento justo en el que sus zarpas estaban a punto de aferrarla. Pero aquella vez había sido distinto, había sido tan real. Ante ella tenía la misma visión que en el sueño, la misma muralla, las mismas luces, la misma oscuridad nocturna. Se estremeció.
No era momento de dejarse llevar por el miedo, sabía que sólo había sido una pesadilla, no había sido real. Lo que sí era cierto era que debía apresurarse en llegar a la ciudad si no quería quedarse fuera cuando cerrasen las puertas. Se puso en pie y tomó el macuto, que estaba asido a una de las ramas. De su interior extrajo un trozo de tela que, al desenrollarse, se convirtió en una raída capa. No era gran cosa, pero la capucha le permitiría ocultar sus rasgos a la luz de las antorchas, lo que le sería bastante útil si los guardias se interponían en su camino. Una vez puesta se dispuso a descender.
Minutos después salía, ya más tranquila, por el borde del bosque. A varios cientos de metros a la izquierda parecía surgir del mismo una vereda que, presumiblemente, se dirigiría a la entrada de la capital. Sin separarse de la linde puso rumbo a la misma, no era mala idea hacer ver que era una viajante cualquiera llegando a través del sendero. Si hubiese sido un poco más temprano incluso habría podido acercarse a alguna caravana y hacerse pasar por comerciante, pero a aquellas horas pocos serían los que aún vagasen por los caminos. Al final se le había hecho tarde y seguro que tendría que contestar a algunas preguntas de los guardias antes de poder entrar en Ranavva.
A medida que se acercaba a la senda bordeó el bosque lo suficiente como para tener a la vista las puertas de la ciudad. Aunque ya era noche cerrada ahora se encontraba a poco más de quinientos metros de la entrada y se podía apreciar con claridad que las puertas estaban cerradas, cerradas y vigiladas por al menos cuatro guardias. Quizás no consiguiese entrar, pero ya que estaba allí tenía que intentarlo. Cualquier cosa antes que resignarse a pasar otra noche en aquel lugar, sobre todo después de su última pesadilla.
Justo antes de llegar al camino se internó de nuevo varios metros en la arboleda. El trayecto desde la linde a la entrada de la ciudad estaba en parte iluminado por antorchas y si alguno de los guardias estaba mirando podría percatarse de que ella no venía caminando por el mismo, sino que había aparecido desde el lateral del bosque. Una vez tuvo la certeza de que nadie la podría ver retornó al sendero y comenzó a andar hacia la ciudad con paso algo acelerado, como si fuese una viajera que se había retrasado en llegar a su destino.
Pero entonces escuchó una voz a su espalda.
—¡Oh!, una joven muchacha, ¿acompañarías a esta pobre anciana hasta la ciudad?

1 comentario :

  1. He comenzado a leer la historia y al final he tenido que leerla entera ¡Has conseguido engancharme! A ver si nos pones prontito la psóxima entrega porque ya tienes una lectora asidua, que lo sepas xD

    Escribes muy bien y sabes mantener muy bien la inriga a lo largo del relato. Además está todo muy bien organizadito, con sus correspondientes enlaces.

    Buen trabajo, sí señor.

    Un saludo.

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