Baile de sombras (II)

"Antaño, cuando vuestros padres o vuestros abuelos aún eran niños, los tejedores de sombras viajábamos de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo. Hace años muchos de nosotros llevábamos nuestras sombras a cada rincón del imperio alegrando a los pequeños niños como vosotros, y también a los mayores; nuestro arte era muy apreciado. Pero, como seguro sabéis, ahora apenas se nos ve, pocos quedamos que sepamos manejar las sombras; y lo que es peor, en muchos lugares nos tienen miedo. Y a vosotros, jóvenes y no tanto, os voy a contar por qué."
La voz, que retumbaba en toda la sala, hizo un paréntesis y el silencio reinó; todos estaban intrigados por aquellas palabras. Entonces una suave melodía aflautada comenzó a oírse, la llama se iluminó con más fuerza, y empezaron a surgir al principio varias y luego decenas de sombras distintas que parecían tener vida propia. Mientras, con un tono más suave que el anterior, el tejedor de sombras, como a sí mismo se había denominado, continuaba la narración.
"Hace mucho tiempo, más de cien años, un tejedor de sombras como yo pasó por un pequeño pueblo de la Costa Azul. Aquel tejedor, como siempre se hacía, preparó un teatro de sombras para deleitar a los habitantes del pueblo. Al ser un pueblo muy pequeño, casi una aldea, nunca antes habían visto nada igual. Muchos de ellos quedaron fascinados con el espectáculo, pero especialmente un niño arrogante y caprichoso: Leinos, hijo de un avaricioso ricachón que era dueño de casi todas las tierras de la zona."
"Tanto fue el empeño que puso aquel crío que su padre fue a ver al tejedor de sombras antes de que abandonase la ciudad. Éste rechazó permanecer en el pueblo enseñando al niño, y tampoco aceptó llevarlo como aprendiz para que aprendiese. Como respuesta a la insistencia desmesurada del ricachón, que parecía no aceptar un no por respuesta, al final le reveló la verdad: no se aprende el arte de manejar las sombras por capricho, sino para entretener a los demás; y estaba claro que aquel niño de negro corazón nunca haría nada por nadie que no fuera él. Tras una acalorada discusión al final el enfadado terrateniente se marchó."
"Pero el contrariado ricachón no dio el asunto por zanjado. Aquel estúpido pobretón había osado contradecirle y, aún más, había insultado a su propio hijo; pagaría por ello. Esperó a que se hiciese de noche, momento en el que sabía que el tejedor abandonaría el pueblo. Cuando éste dejó la posada donde se alojaba lo siguió en silencio, primero por las callejuelas hasta la salida del pueblo, luego se adentró en un bosque cercano. Poco a poco, a cada pisada furtiva en pos del tejedor de sombras su ira se acentuaba, su odio iba creciendo."
"Cuando se habían alejado lo suficiente del pueblo, cuando ya nadie los podría oír, cuando nadie podría acudir a los gritos de socorro, llegó el momento. El terrateniente se abalanzó con furia encima de su desprevenida víctima, haciéndola caer de bruces. Su intención inicial era inmovilizarlo para luego robarle lo que llevase pero, cegado por el odio y la ira, cogió un pedrusco y empezó a golpear una y otra vez la cabeza del pobre viajero hasta que quedó convertida en un amasijo de sangre, carne y huesos rotos. Se había cometido el crimen."

1 comentario :

  1. tienes demasiado tiempo libre, y eso me alegra me gusta que la gente a la que admiro disfruta con el tiempo libre. espero verte pronto y por cierto estoy intentando pitarte el mapa de tu mundo no te prometo nada pero la intencion es lo que cuenta.saludos ala family. el migue.

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