"Nadie en la ciudad supo nada de lo ocurrido. Nadie encontró el cuerpo inerte de aquel viajero que por unas horas había llenado sus corazones de sueños e ilusiones. El tiempo fue pasando y todos se fueron olvidando. Todos, pero hay alguien que siempre recuerda... El Destino..."
"Meses después llegó otro de los acontecimientos más importantes en el pueblo y parte de los alrededores: el cumpleaños de Leinos. Por una vez al año Elioron, que era el nombre del terrateniente asesino, dejaba de lado su habitual tacañería y organizaba una gran celebración a la que estaba invitado todo aquel que quisiera ir. No es que ansiara obsequiar con un festejo a todos los aldeanos, nada más lejos de la realidad, su único propósito era contentar a su caprichoso hijo haciéndole ver que tenía a sus pies a todo el pueblo."
"Al final del festejo, que como todos los años había transcurrido lleno de alabanzas tanto al padre como al hijo, llegó el momento de la entrega de los regalos. Era evidente que la mayoría de los asistentes ni querían ni podían permitirse regalar nada a aquel niño, y mucho menos algo que fuese a ser de su agrado; pero entre los invitados también había gente adinerada. Hubo juguetes, armas de madera e incluso un caballo; pero el mejor regalo de todos se lo hizo su padre."
"A primera vista no era más que una vieja caja lacrada con los bordes decorados con una fina banda dorada. El primer gesto de Leinos fue de desagrado: aquella caja sucia y vieja no podría ser su esperado regalo de cumpleaños. Su impulso inicial fue arrojarla con desprecio lejos de sí y comenzar una larga sucesión de berridos e improperios contra los presentes. Y lo hubiese hecho de no haber visto la sonrisa de su padre; o más bien, la extraña mueca mezcla entre satisfacción e intriga que había formado en su rostro. Entonces el niño procedió a quitar una tira de tela que daba varias vueltas a la caja para evitar que se abriese; mientras tanto los presentes se preguntaban qué podría contener."
"Realmente ni Elioron lo sabía. Al darse cuenta del brutal asesinato que había cometido sólo acertó a registrar con rapidez el cadáver y despojarlo de lo poco que halló; luego lo escondió entre unos arbustos, donde no tardaría en ser devorado por los animales del bosque. Salvo las ropas, algo de comida y algunas monedas sólo encontró una vieja caja negra y dorada envuelta en tela; la misma que el tejedor portaba el día de la representación. La guardó y salió corriendo. Nunca había tenido el suficiente valor para abrir aquella caja, asaltado cada vez que lo intentaba por el recuerdo del cruel asesinato, así que ahora estaba igual de expectante que los demás."
"Al final Leinos abrió el recipiente, pero sin que nadie viese su interior. Acercó su cara y levantó con cuidado la tapa para observar lo que había dentro, como si temiese que los demás al verlo podrían quererlo para sí. Durante unos largos instantes todos expectantes ansiaron a la apertura de la tapadera, a que se retirase el velo de la incógnita que no les permitía ver aquel misterioso contenido. Sin embargo, de pronto, Leinos cerró de golpe la tapa y, apretando con fuerza la caja cual apreciado tesoro, echó a correr."
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