Furia (IV)

Providencial fue de nuevo la intervención de Bungar, que propinó tal patadón en el costado a la criatura que no sólo la quitó de encima de Tokei, sino que hizo que rodara por el empedrado hasta chocar con una de las casas. Aun así tardó poco en estar de nuevo en pie corriendo hacia ellos, pero Tokei ya la estaba esperando. Bungar vio que el brillo de su ojo izquierdo se había vuelto más intenso, más siniestro. Sin saber por qué algo lo impulsó a alejarse.
Antes de que la criatura atacara de nuevo Tokei embistió enfurecido. Esquivó fácilmente el ataque de ésta y descargó toda la fuerza de la carrera golpeándola con el hombro izquierdo en el tórax. El golpe la dejó sin respiración, momento en el que Tokei aprovechó para atacar con la zarpa en la que se había transformado su mano izquierda.
Los golpes eran cada vez más rápidos, más furiosos, más sangrientos. El demonio ya apenas intentaba esquivarlos, estaba a su merced; pero Tokei no cesaba en su ataque. Al contrario, cada vez atacaba con más ímpetu, con más fuerza, con más furia. Lo que le quemaba por dentro había salido al exterior, no era dueño de sus actos. Al final la cabeza se desprendió del cuerpo y salió rodando mientras el cuerpo del ser caía inerte al suelo.
De pronto se volvió hacia Bungar, que lo había estado observando a distancia. No parecía calmado tras el fin de la lucha, sino todo lo contrario; en sus ojos se veía ira. No dudó ni por un momento en que su vida corría peligro y asió con fuerza la espada que aún llevaba al cinto, preparándose para el ataque. Escuchó al mismo tiempo cómo una ballesta se tensaba, sin duda Thanos, que permanecía todavía junto a Izzan, también se había percatado de la creciente amenaza.
Pero algo ocurrió. Aquella niña olvidada ya por todos se cruzó en el camino de Tokei y lo miró fijamente mientras se acercaba corriendo. Contra todo pronóstico Tokei se detuvo, la miró y se dio cuenta de por qué había sentido antes que debía salvarla. Había recuperado el control, pero ni siquiera una palabra de agradecimiento salió de su boca, las fuerzas lo abandonaron y cayó inconsciente al suelo.
Fin del capítulo tercero. Volver al índice >>

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