La despedida (IV)

Sentada en la cama, Mei esperaba impaciente a que Crisannia le contara lo ocurrido diez años atrás. Por su parte, Crisannia meditaba mientras mirada hacia afuera, silenciosa e impasible, dejando pasar unos instantes de tiempo que a Mei le parecieron eternos.
—Aquel día tu madre vino a verme —comenzó por fin—, algo le había pasado; estaba nerviosa, alterada. Después de insistirle varias veces me lo contó: el señor Drent, el que os acogía en su casa, le había pedido que os marchaseis. Al parecer era una exigencia de su hijo, o vosotros os ibais, o lo hacía él. El viejo no tenía elección, por mucho que os apreciara.
—Aunque sólo tu madre se marcharía —continuó Crisannia tras una breve pausa—. Ella se esfumaría, desaparecería para siempre, pero tú te quedarías. Era el último favor que le había pedido y el viejo Drent no se había podido negar, al fin y al cabo le debía la vida. Tú te quedarías en la casa y crecerías junto a sus hijas, él se haría cargo de ti y te cuidaría como a una más de su familia.
—Me dio la carta y el paquete, y me hizo prometerle que te los entregaría cuando cumplieras los veinte años. Luego, sin más, se fue. Noté que algo más le preocupaba, que no me lo había contado todo, pero la dejé marchar. No volví a verla con vida.
Mei había permanecido en silencio, escuchando lo que Crisannia le tenía que decir. Ahora la observaba mientras más dudas surgían en su cabeza acerca de lo ocurrido, dudas que la asaltaban y para las que quería respuestas. Cuando ya abría la boca para lanzar una de las muchas preguntas que quería hacerle Crisannia la interrumpió.
—Sé que tendrás muchos otros interrogantes, que habrá muchas otras cosas que quieras saber, pero ahora no es el momento. Cuando realmente sea necesario que tengas las respuestas nos volveremos a ver y te las daré. Hasta entonces procura no meterte en problemas.
—Pero... —dijo Mei un tanto decepcionada—, ¿cómo podré encontrarte? No conozco la ciudad, no sé dónde vives ni por dónde te mueves. Si ni siquiera he podido verte la cara, ¿cómo pretendes que te busque?
—No necesitas buscarme, cuando llegue el momento yo te encontraré.
Y dando un par de pasos salió al exterior. Mei se levantó con rapidez de la cama, pero cuando llegó a asomarse al tejado Crisannia ya había desaparecido, engullida por la oscuridad de la noche.

1 comentario :

  1. Hola! Muy interesante este principio, espero que siga muy pronto. Te invito a karyukai-carolina.blogspot.com.
    Hasta pronto!

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