La Compañía del Dragón

Su mente fue volviendo a la consciencia con lentitud a medida que el murmullo que había a su alrededor se hacía poco a poco más real. Su cuerpo magullado y cansado le dio la bienvenida mientras recobraba la noción de sí mismo y le asaltaba el recuerdo de los últimos acontecimientos. Intentó moverse, pero algo se lo impedía; por acto reflejo abrió los ojos, que tardaron unos instantes en acostumbrarse a la claridad antes de permitirle ver a su alrededor y evaluar la situación en la que se encontraba.
Parecía estar en el interior de una improvisada tienda de campaña, en un camastro rodeado de innumerables bultos. No había demasiada iluminación, de hecho lo más seguro era que estuviese atardeciendo; pero el haz de luz que pasaba por el trozo de tela levantada que hacía las veces de entrada le daba de lleno. Aun así su atención no se centró en el entorno, sino en sí mismo; estaba atado al camastro. Tenía el torso desnudo y rodeado por fuertes correas, al igual que pies y manos; sólo podía mover la cabeza para mirar alrededor. En ese justo momento se percató de que no estaba solo; en la entrada de la tienda, asomado hacia el interior, había un niño que lo observaba con interés. Intentó llamarlo, pero en cuanto vio que lo había descubierto salió corriendo.
Instantes después unos pesados pasos se acercaron y uno de los que por suerte habían aparecido para ayudarle, no sabía muy bien cuánto tiempo atrás, entró en la tienda: era el que desde su espalda había lanzado el hacha que había tirado a la criatura de espaldas. Ahora que lo veía no le extrañaba en demasía; era un tipo alto y ancho, ataviado con una cota similar a la que vagamente recordaba haberle visto puesta. Observado con detenimiento se apreciaba que había dejado atrás la juventud hacía bastante tiempo; aun así por su porte daba la impresión de seguir manteniendo la fuerza y la maestría en la lucha de tiempos pasados.
Tras examinarlo con detenimiento separó la mano del pomo de una espada que llevaba al cinto, gesto que no pasó desapercibido a Tokei, pero que no tardó en justificar.
—Disculpa las formas, poco adecuadas para tratar a alguien que puede considerarse nuestro invitado y no nuestro prisionero; pero no sabía si era seguro después de lo ocurrido, no sé si me entiendes...
Tokei alargó el silencio unos segundos mientras valoraba la situación. No sabía dónde se encontraba, pero las palabras de aquel desconocido parecían ser sinceras y no guardar ningún significado oculto.
—Comprendo, habría hecho lo mismo de estar en tu lugar. Y, ciertamente, no te culpo por ello; ni yo mismo controlaba mis actos.
Desenvainando la espada del cinto el guerrero se acercó al camastro y cortó las correas que lo ataban.
—Supongo que ya no habrá peligro; parece que estás lo bastante lúcido para saber lo que haces.
Tokei se levantó con pesadez; aún le dolían las heridas y sus fuerzas eran escasas, pero no tardaría en recuperarse.
—Te lo agradezco —dijo esbozando una sonrisa—. La verdad es que hubiese sido bastante incómodo seguir así mucho tiempo.
Recibió como respuesta una palmada en la espalda que lo hizo tambalearse; después su anfitrión se dirigió hacia afuera de la tienda.
—Ya tendremos tiempo de intercambiar agradecimientos; ahora sígueme, tengo algo que mostrarte.

2 comentarios :

  1. ¿qué es? ¿qué es? ¿qué es?
    ¿qué tiene que mostrarle? ¿qué sera, que que?
    ¿queeeeeee????

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  2. mmm
    eso, ¿qué será? Si me está entrando curiosidad hasta a mi. :P

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