Viaje en compañía (II)

Por fin, tras largos días, la lluvia les había dado un respiro; al menos durante unas horas. A medida que habían acampado la leve llovizna había cesado e, incluso, las nubes se habían abierto un poco, dejando entrever alguna estrella. La noche era fría, pero el calor de la fogata donde poco antes se asaba la cena lo remediaba en buena medida.
Alrededor del fuego la hierba y el suelo ya estaban secos por completo, o al menos lo suficiente como para que Bungar y Tokei compartieran una jarra de aguamiel allí sentados. La noche estaba bien entrada y, al margen de los encargados de la vigilancia, que caminaban de un lado para otro en su tarea, todos dormían. Quizás fuese un buen momento.
Bungar no había vuelto a preguntar sobre aquello, habían estado hablando de otros muchos asuntos sin importancia; pero Tokei sabía que una de las mejores cualidades de su compañero era la paciencia, y que un defecto que no tenía era la mala memoria.
—Estás esperando a que terminemos la conversación que empezamos hace unas horas, ¿verdad? —preguntó.
Bungar respondió con un movimiento de cabeza, se enderezó un poco y cruzó las piernas; estaba dispuesto a escuchar. Tokei se irguió de igual forma, tomó la espada y la puso en su regazo.
—Bien, comencemos por el principio; por lo ocurrido antes de la creación del imperio.
Bungar arqueó las cejas, el hecho de que fuera hombre de acción no significaba que no fuese lo suficientemente docto como para conocer la propia historia del imperio al que había servido durante años.
—Al contrario de lo que pareces creer no soy ningún ignorante; además ya sabes que he servido largos años a las órdenes del Emperador, vigilando a los miembros del Consejo y codeándome con los eruditos más prominentes de la corte. ¿No crees que aún para un burdo guardia —sus palabras dejaban entrever a las claras un tono irónico— es más que suficiente para adquirir un poco de cultura?
Tokei no pudo menos que sonreír por la respuesta de Bungar.
—Sin duda sabrás más que otras muchas personas acerca de lo ocurrido, pero eso no significa que sepas lo que ocurrió en realidad.
—¿Qué quieres decir?
—Es cierto, como sabrás, que antes de que surgiera el imperio los que hoy son los parias de ese mismo imperio, los konomi, eran los que dirigían los designios del resto de los humanos, en lo que antaño se conocía como la Tierra del Sol. También es cierto que algo ocurrió...
En vista a que Tokei se había interrumpido Bungar se tomó la licencia de continuar.
—La mayor de todas las lunas de Runnia y a la que se dice que estos adoraban, Kurai, cayó sobre la Tierra del Sol y el Gran Continente quedó sumido en la oscuridad.
—Bien —lo interrumpió Tokei—, ¿y luego?
—Pocos konomi sobrevivieron a la hecatombe, y no mejor suerte sufrieron los que vivían en estas tierras. La oscuridad duró tanto tiempo que las cosechas se arruinaron; el hambre y las epidemias empezaron a extenderse y murieron también buena parte de los que habitaban el Gran Continente.

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