Tokei había dejado que Bungar continuase con el relato de lo ocurrido durante aquella interminable noche, de cómo el sol había vuelto a salir y de cómo los supervivientes fueron uniéndose de nuevo poco a poco hasta la formación del nuevo imperio; un relato que sabía equivocado.
—Y, ¿de verdad te crees todo eso que me acabas de contar? —preguntó tajante cuando Burgar hubo terminado—. Si casi parece un cuento trágico que acaba en final feliz...
—Hombre, no te niego que la creencia popular esté un poco adornada, sobre todo teniendo en cuenta que todo desemboca en la creación del imperio; pero en esencia ocurriría así.
Tokei se levantó, en parte para estirar las piernas, en parte para dar más importancia a sus próximas palabras.
—Las cosas no ocurren por casualidad Bungar, deberías saberlo. No cae una luna sobre tierra firme por simple designio del azar provocando una noche permanente durante a saber cuánto tiempo hasta que un día cualquiera de nuevo el cielo se abre. ¿No se te ocurre algún motivo más... tangible?, ¿la magia por ejemplo?
—La magia pudo ser un motivo para muchas cosas hace mucho tiempo, antes de que desapareciera, según cuentan. Pero, la verdad, dudo que existiese alguna vez; no suelo creer en lo que no ven mis ojos.
—Bien —continuó Tokei tras volverse a sentar; Bungar iba a ser difícil, no hay más ciego que el que no quiere ver—, partamos entonces de lo que ya han visto tus ojos, ¿cómo explicas lo ocurrido en la tienda de campaña hace unos días?
—Una especie de alucinación, seguro que tuvo que ver con esa vela tan extraña que encendiste.
—¿Y lo que viste en Sanqua? No me dirás que también fue cosa mía...
—Es cierto, eso no puedo explicarlo. Sin duda alguna extraña criatura, que por otra parte ni tú mismo sabes lo que es; y bastante tangible, así que dudo que tenga que ver con una supuesta magia que dejó de existir hace siglos.
—¿Y quién ha dicho que tal cosa sea cierta? —respondió desde detrás una voz femenina.
Bungar se levantó rápidamente y se giró poniendo la mano en el pomo de la espada. Su total intención era desenvainarla amenazante contra quien se había colado en su campamento sin invitación; por la voz parecía ser una mujer, pero su larga experiencia le había enseñado de sobra que las apariencias engañan. Sin embargo la espada permaneció en su funda, Tokei intervino.
—Tranquilo Bungar, es una vieja conocida. Tiene la costumbre de aparecer de improviso cuando menos te lo esperas pero es de confianza.
Pocos rasgos femeninos dejaba entrever la toga que la cubría por completo, incluyendo la capucha que le ocultaba el rostro; sólo la voz dejaba clara su sexualidad.
—Me gustaría tratar un asunto de importancia con Tokei, si no te importa.
Bungar la miró con desconfianza, pero al final cedió; no era asunto suyo.
—Está bien, me retiro, que va siendo hora. Ya hablaremos Tokei.
Cuando se hubo asegurado de que Bungar se había alejado lo suficiente por fin anunció:
—Tokei, necesito que hagas algo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario