Viaje en compañía

—¿Qué son esas cosas?
Esa era la primera pregunta que Bungar le hacía sobre aquello desde lo ocurrido en la tienda semanas atrás, cuando además le ofreciera la hospitalidad de la compañía. Ahora se encontraban cabalgando uno junto al otro, al frente de la veintena de carros y al menos otros tantos caballos que formaban la comitiva. Llovía, y bien podrían estar resguardados en alguna carreta pero, como había escuchado decir a Bungar repetidas veces, “el perro viejo tiene que estar al frente de la manada si quiere llegar a tiempo a la presa”.
Bastantes veces lo había sorprendido la lluvia durante alguna travesía sin poder llegar a algún refugio, o sin tiempo que perder en buscarlo y guarnecerse; aunque pocas de ellas lo había hallado en compañía. No es que prefiriera viajar solo, todo lo contrario, pero por su forma de andar cambiando de rumbo cada poco tiempo y por su preferencia por no responder a demasiados interrogantes le era difícil encontrar a otros viajeros con los que compartir la marcha. Tampoco es que le resultara una insidiosa molestia el que le hiciesen preguntas; el problema era, como en aquel caso, que normalmente se trataba de cuestiones difíciles de responder.
En esta ocasión había encontrado buena compañía para el viaje, quizás algo más lenta en la marcha de lo que le hubiese gustado pero, como solía decir su maestro, “no llega a su destino quien más prisa tiene, sino quien más pacientemente recorre el camino”. De todas formas aquellos días de tranquilidad le habían venido bien para sanar de sus heridas por completo y recuperar las fuerzas; tampoco algo a desmerecer.
—No puedo responderte a esa pregunta, me temo —contestó por fin.
La lluvia, fina pero constante, caía con un leve rumor. El chapoteo de los caballos era más molesto, pero seguía sin ser fuerte. Tomando la negativa de Tokei como recelo a la hora de hablar cerca de oídos indiscretos Bungar asió las riendas de los caballos y los adelantó un poco más en el camino.
—Mis hombres son de total confianza, pondría la mano en el fuego por cada uno de ellos; pero comprendo que quieras mantener tu secreto. Sin embargo Thanos y yo estamos al tanto, lo sabes, y sobre todo me preocupa el bienestar de Izzan.
—Si me tomara tantas precauciones para ocultar eso que llamas “mi secreto” con seguridad me ahorraría algún que otro problema —esbozó una sonrisa—. Pero es bastante más simple que eso, no puedo darte unas respuestas que ni yo mismo tengo.
Siguieron cabalgando mientras Bungar lo miraba con extrañeza, hubiera esperado cualquier respuesta menos esa; aun así por su expresión suponía que le quedaba algo por decir, y así fue.
—Realmente sí sé algo, pero no tiene sentido. Es largo de contar y, te aviso, nada creíble.
Bungar sonrió, era curioso que alguien como Tokei le dijese aquello.
—Bueno, supongo que entonces será algo digno de relatarse al fuego de una hoguera con una buena jarra de aguamiel. Pero antes paremos y acampemos, que pronto se hará de noche, y este sitio es tan bueno como cualquier otro.

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