Gakusei

Era noche cerrada cuando salieron de la casa de La Abuela. En realidad la cena había terminado hacía tiempo y Tokei simplemente se había quedado acompañando a Bungar mientras recordaba con La Abuela sus vivencias de años atrás y le relataba cómo le había ido a él y a su compañía en los últimos tiempos. Mei se había retirado bastante más temprano, para no dejar sola a la pequeña Dania en su habitación; aunque tampoco se le había escapado a Tokei que estaba un poco incómoda con la situación.
La conversación no había parado de divagar sobre la pequeña y lo ocurrido durante un buen rato; si bien Tokei había reconocido ciertas ausencias en el relato de Bungar sobre los hechos y preferido no participar en demasía. Bungar no parecía recordar con exactitud su intervención en el encuentro con la extraña criatura, y no había mencionado nada acerca de su compañero herido y la forma en la que Tokei había ayudado a curarlo. Como siempre Crisannia se había salido con la suya.
Cuando llegaron al punto en el que ambos habían de separarse para dirigirse a sus respectivas tiendas Bungar, que marchaba un par de pasos por delante, se detuvo a esperarlo.
—¿En qué piensas? —interrogó—. Llevas toda la noche muy callado, ¿hay algo que te preocupe? —lo observó durante unos segundos hasta que su rostro se tornó en un gesto de entendimiento—. Ya veo, no estabas del todo contento con la compañía, ¿es eso no? Te advierto que La Abuela no suele equivocarse...
—No, no —interrumpió Tokei—. No es eso. Reconozco que no me lo esperaba, pero intento conocer a las personas antes de juzgarlas; y me ha sorprendido bastante la facilidad con la que se ha ganado la confianza de la pequeña.
Bungar cabeceó en asentimiento durante unos instantes, pero siguió sin darse por satisfecho.
—¿Y entonces de qué se trata?
—De nada, sólo que estabais hablando de cosas de hace años y de los viajes que habéis hecho últimamente. Tendrás que concederme al menos que en el poco tiempo que llevo con vosotros es normal que no conozca toda la historia de La Compañía.
—Es cierto, tienes razón. Olvidaba que eres el más nuevo de entre nosotros... o no. Porque aún no nos has dicho lo que vas a hacer, ¿te quedarás? Supongo que ya sabrás que serás bien recibido, los chicos hasta te están cogiendo aprecio.
Tokei sonrió por la curiosa forma en la que Bungar le demostraba su propio afecto, agradeciendo también el giro de la conversación.
—Bueno, ya lo hemos hablado otras veces. Tengo mi propio camino. No sé ni adónde me llevará ni cuándo me hará irme de aquí, igual que el vuestro supongo. Pero mientras nuestros caminos se mantengan juntos —una sonrisa volvió a asomar a su rostro— puedes decirle a tus chicos que estén tranquilos, podrán contar conmigo como uno más. Aquí estaré para ayudaros en lo que pueda.
La sonrisa de Bungar fue mayor aún, y al verla Tokei supo que había caído en la trampa.
—Pues justo estaba pensando que había algo que podías hacer por mí...

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